«¿Y sabes cómo llaman al cuarto de libra con queso en París?»

Me hubiera gustado transcribir este artículo tal y como fue publicado originalmente en el Nº1 de Expiación, pero me ha sido imposible, pues posiblemente estamos ante el film de Tarantino que peor ha soportado el paso del tiempo. Alabado en su momento por crítica y público -y por un servidor-, la burbuja de Pulp Fiction se ha ido desinflando como sus personajes, poco desarrollados y apenas esbozados. Así, todo el peso del film descansa sobre sus brillantes diálogos, sello reconocible de la marca Tarantino.

Hecho este pequeño varapalo a un film quizá sobrevalorado en su tiempo, pero que ni mucho menos merece ser desechada,  pasaremos a comentar las virtudes que aún conserva, que no son pocas. En primer lugar, se trata de una película que se disfruta de principio a fin. Como obra de entretenimiento cumple a la perfección. A esa facilidad para el entretenimiento tendría que añadirle Tarantino su experimentación artísitica para llegar a dar a luz cumbres como Kill Bill (2003-2004) o Malditos Bastardos (2009).

En esta película se encuentra concentrado todo el cine que Tarantino devoró durante sus años como empleado en una tienda de vídeos: cine de artes marciales, series de televisión, películas de serie B… En Pulp Fiction pueden encontrase referencias al cine de Don Siegel, Jean-Luc Godard, Brian de Palma o John Woo. El maletín resplandeciente, un brillante ejemplo de lo que Hitchcock llamó McGuffin es una reseña de El Beso Mortal (1955) de Robert Aldrich. El personaje de Havey Keitel está inspirado en Nikita (1990) de Luc Besson y en el personaje, también interpretado por Keitel, de la versión americana La Asesina (1993). El peinado de Mia Wallace es un homenaje a la actriz muda Louise Brooks. La escena de la inyección de adrenalina sigue las instrucciones del documental American Boy (1978) de Martin Scorsese. El monólogo de Ezequiel que recita Jules antes de ejecutar a sus víctimas se inspira en el admirado por Tarantino, Sonny Chiba, actor de películas de artes marciales y de la serie televisiva Shadow Warriors (1980). La idea del baile en el Jack Rabbit Slim le debe mucho a la secuencia del baile de la película Banda Aparte (1964) de Jean-Luc Godard, la cual ejerció un fuerte impacto en Tarantino, hasta el punto de llamar a su productora con el nombre de dicha película. A Tarantino le encantaba el hecho de que en una película que no pertenece al género musical de repente se detuviera para mostrar un baile que surge de la nada y con unos bailarines que, a pesar de no ser profesionales y de no realizar el baile correctamente, parecieran, por un instante, los mejores bailarines del mundo por el mero hecho de que se lo estaban pasando estupendamente. Por último, y aunque se podrían seguir añadiendo múltiples referencias y guiños a otros films, mencionar un pequeño guiño a Psicosis (1960) en la escena en que Marsellus se cruza por delante del coche de Butch, al igual que el jefe de Janet Leigh se cruza por delante del coche de ésta tras haberle robado.

 Si las referencias cinematográficas son abundantes, las referencias a la cultura popular norteamericana tampoco escasean: hamburguesas, refrescos, cafés, tiendas de licores regentadas por vietnamitas y coreanos, cafeterías típicamente americanas con sus asientos acolchados de rojo y carteles luminosos o un restaurante ambientado en los años 50 con camareros clónicos de Rickie Nelson (no olvidemos que Río Rojo es la película favorita de Tarantino), Buddy Holy (un irreconocible Steve Buscemi), Marilyn Monroe o Mamie Van Doren y con batidos y filetes con nombres de actores y directores. Y son precisamente las conversaciones más triviales las que más se recuerdan de la película, conversaciones y secuencias que normalmente se descartaban en otros films por ser irrelevantes para el argumento. Gracias a Pulp Fiction no puedo dejar de preguntarme cómo sabrá un batido de 5 dólares o una hamburguesa del, inventado por Tarantino, Big Kahuna Burger y sé cómo zafarme de los llamados “silencios incómodos”. Y, por supuesto, me lo pienso mucho antes de darle un masaje en los pies a alguien.

 Así pues, encontramos en Pulp Fiction una antología del cine negro y las películas de serie B con mafiosos (Ving Rhames dando vida al imponente y voluminoso Marsellus “¿dirías que tiene aspecto de zorra?” Wallace), matones a sueldo, drogadictos, camellos, violadores sadomasoquistas, boxeo, apuestas y una chica con pasado misterioso (¿alguien sabe qué le pasó a Tony Rocky Horror?).

Si a todo ésto le añadimos unos actores excelentemente dirigidos y en estado de gracia (incluyendo a un recuperado John Travolta y a un inmenso Samuel L. Jackson), un retorcido e hilarante humor negro y una impactante banda sonora nos queda una película de culto casi inmediato.

 

Puede que no sea la mejor película de Tarantino, ni siquiera su mejor película de los noventa, pero debe considerarse como un paso más hacia adelante en la cinematografía del director hasta llegar a dominar esa conjunción de ansias de experimentar, arte y entretenimiento. Después llegaría el díptico Kill Bill y su nombre quedaría impreso con mayúsculas para siempre en la historia del cine.