«Mother, mother
There’s too many of you crying
Brother, brother, brother
There’s far too many of you dying
You know we’ve got to find a way
To bring some lovin’ here today – Ya»

Principios de los 70: la guerra de Vietnam, el asfixiante paternalismo de la raza blanca, los conflictos internos de los Panteras Negras, el arraigado racismo -con la quema de viviendas en los barrios negros americanos incluída-, el progresivo concienciamiento del denominado Black Power, el convulso clima social de la época… Un hombre ya no aguanta más y decide que es necesario un cambio. Llamémosle Marvin Gaye. Marvin había sido, hasta ese momento, un inmenso vocalista de la Motown, uno de los más míticos sellos discográficos de la música negra regentado por Berry Gordy Jr. Antes paseó por diversos grupos de doo wop como The Rainbows o The Marquees y fue batería en los comienzos de Smokey Robinson and The Miracles hasta desembocar en los célebres The Moonglows, lo que le abrió las puertas del sello de Gordy: su compañero de grupo, Harvey Fuqua, contrajo matrimonio con Gwen, una hermana de Berry, y Marvin hizo lo propio con otra hermana de Berry, Anna, en 1961. Ya en Motown, tuvo grandes éxitos como cantante de soul tales como “I Heard It Through The Grapevine” o como el “There’s No Mountain High Enough” junto a Tammi Terrell, quien se convertiría en su partenaire favorita (aventura extramatrimonial incluída). La muerte de esta última de un tumor cerebral en 1970, unida a su tormentoso matrimonio con Anna, a la presión de la discográfica por lanzar un éxito cada cuatro meses y a los problemas con Hacienda, lo sumergieron en una profunda depresión de dos años de la que sólo saldría a través de la música.

Su obstinación por dar un giro a su carrera y volcar toda su insatisfacción social y personal no fue vista con buenos ojos por Berry. Salvo algunas excepciones como Sly Stone o James Brown (“Say It Loud, I’m Black And I’m Proud”), eran muy pocos los compositores de color que se atrevían a tratar temas sociales o a dar muestras del incipiente Black Power. El soul se limitaba a tratar temas universales como el amor o la amistad y el sello de Tamla Motown, que tenía absoluto control sobre la obra de sus artistas, no era una excepción. Tal parsimonia en el sello ante la agitación que se vivía en las calles inquietó a Marvin, que creía que la sociedad pedía a gritos una revolución artística y no más canciones de baile banales.

A pesar de los recelos de Berry para su publicación, no le pudo negar la autoproducción a uno de los cantantes insignia de su sello y, menos, tras su exitosa producción de los temas “Baby I’m For Real” y “The Bells” para The Originals. What’s Going On (1971) fue un éxito de crítica y público y su madurez sirvió de ejemplo para otras obras de artistas como Stevie Wonder o Curtis Mayfield. Tal fue su repercusión, que Marvin consiguió un contrato que le otorgaba plenos poderes sobre sus proyectos futuros, siguiendo la estela de Phil Spector o Brian Wilson.

En What’s Going On, Marvin consigue satisfacer toda su ambición artística, lo grando un equilibrio perfecto entre mensaje e interpretación en la música de baile. El disco es una crónica social de la época. El tema que da título al mismo, es una conmovedora reprobación a la violencia con tintes autobiográficos -todavía se me ponen los pelos de punta cuando suplica “Don’t punish me with brutallity”- (su padre, ministro de una iglesia católica, lo educó con mano dura, llegándolo a matar en 1984 de un tiro tras una discusión). Y continúa un ciclo de canciones, ligadas en su mayoría, que reflexionan sobre temas que siguen sonando actuales: la inutilidad de la guerra, las drogas, el medio ambiente, los guetos… “God is writing this album. God is working through me”, decía Marvin. Y aunque algunas de sus letras pudieran parecer dignas del Mchael Jackson más sensiblero, como ya dijo Calamaro, “no se debe confundir sencillez con vulgaridad”. En el terreno interpretativo, dobla su voz hasta el infinito tocando todos los registros de su voz, a la que acompaña una instrumentación de lujo a cargo de David Van De Pitte que en algunos puntos se acerca al jazz y al funk. En definitiva, un disco que cambió la vida de su creador y la historia.