Lista de obras literarias del siglo XVII.

Se quedaron fuera por los pelos: La Tempestad (William Shakespeare, 1611), El Paraíso Perdido (John Milton, 1667).

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Don Quijote de La Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra, 1605 – 1610, Novela)

Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.

2


Hamlet (William Shakespeare, 1602, Tragedia)

Ser o no ser… He ahí el dilema.
¿Qué es mejor para el alma,
sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,
o levantarse en armas contra el océano del mal,
y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir…
Nada más; y decir así que con un sueño
damos fin a las llagas del corazón
y a todos los males, herencia de la carne,
y decir: ven, consumación, yo te deseo. Morir, dormir,
dormir… ¡Soñar acaso! ¡Qué difícil! Pues en el sueño
de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán
cuando despojados de ataduras mortales
encontremos la paz? He ahí la razón
por la que tan longeva llega a ser la desgracia.
¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo,
la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio,
la angustia del amor despreciado, la espera del juicio,
la arrogancia del poderoso, y la humillación
que la virtud recibe de quien es indigno,
cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso
en el filo desnudo de su puñal? ¿Quién puede soportar
tanto? ¿Gemir tanto? ¿Llevar de la vida una carga
tan pesada? Nadie, si no fuera por ese algo tras la muerte
-ese país por descubrir, de cuyos confines
ningún viajero retorna- que confunde la voluntad
haciéndonos pacientes ante el infortunio
antes que volar hacia un mal desconocido.

3


King Lear [El Rey Lear] (William shakespeare, 1606, Tragedia)

Es la suprema estupidez del mundo que cuando enfermos de fortuna, muy a menudo por los excesos de nuestra conducta, culpemos de nuestras desgracias al sol, la luna y las estrellas como si fuéramos malvados por necesidad; necios por exigencia de los cielos; truhanes, ladrones y traidores por el influjo de las esferas; borrachos, embusteros y adúlteros por obediencia forzosa a la influencia planetaria, y cuanto hay de mal en nosotros fuese una imposición divina. Qué admirable la excusa del hombre putañero, poner su sátira disposición a cuenta de los astros. Mi padre holgaba con mi madre bajo la cola del Dragón y fui a nacer bajo la Osa Mayor, de lo que se deduce que soy violento y lujurioso, ¡bah! Habría sido lo que soy, aunque la estrella más virginal del firmamento hubiera centelleado mientras me hacían bastardo.

4


Macbeth (William Shakespeare, 1606, Tragedia)

Creí escuchar una voz que gritaba: «¡No volváis a dormir,
que Macbeth mata el sueño!», el inocente sueño,
el sueño que teje sin cesar la maraña de las preocupaciones,
la muerte del ir viviendo cotidiano, baño de la fatiga,
bálsamo de las heridas de la mente, plato fuerte en la mesa de la Naturaleza,
principal alimento del festín de la vida.

5


Othello (William Shakespeare, 1604, Tragedia)

OTHELLO

Esto, ¿por qué me lo decís? ¿Piensas acaso que celos hago de mi vida, siguiendo, mudable, los caprichos de la luna, con sospechas continuas? No. Dudar una vez basta para tomar resolución. En macho cabrío me convierta, si mi alma yo entrego a tomar en consideración las sospechas vanas, infundadas, que ahora me sugieres. Que no es razón de celos decir que mi esposa es bella, cordial en la mesa, sociable de palabra y trato, y que bien canta, y que toca y baila, pues son virtudes claras de mujer virtuosa. Como tampoco lo es que mi mérito sea escaso. No me asusta. No lo temo. Ojos tiene ella, y los puso en mí eligiéndome. No, Yago, he de ver antes de dudar y, cuando dude, pruebas debo tener. Y al tenerlas, diréle adiós o al amor o a los celos. ¡Sólo eso!

YAGO

Me alegra que habléis así, pues ahora puedo, por el amor y deber que os profeso, hablar con mayor libertad: escuchad lo que mi corazón os dice, tal como él lo dicta. De pruebas nada he dicho. Pero vigilad a vuestra esposa, y a Cassio. Miradles atento, sin celos, simplemente, pero con cautela. No querría ver que un alma noble y generosa sufriera, por bondad, engaño. ¡Atento pues! Que conozco muy bien a nuestras gentes, y en Venecia las mujeres le cuentan al Cielo lo que le ocultarían a sus maridos, y es su virtud que el pecado quede oculto aunque se cometa.

OTHELLO

De es… ¿estáis convencido?

YAGO

Engañó a un padre ocultándole vuestra boda, y cuanto más asustada se mostraba por vuestras miradas, y temblaba, más las apetecía.

OTHELLO

Así era.

YAGO

Entonces, pues… si joven podía hacer acopio de tanto fingimiento, hasta sellar los ojos de su padre como a puerta de roble y hacerle pensar que se trataba de magia… Mas, perdonadme, os lo ruego; sólo merezco castigo, aunque por amor de vos lo haga.

OTHELLO

Eterna será mi gratitud.

YAGO

Siento que todo esto os dejara tan abatido.

OTHELLO

¡No!¡No, no, no! ¡En lo más mínimo!

YAGO

Yo me temo que sí. Espero que comprendáis que lo que dije fue guiado por amor. ¡Pero es tan grande vuestro abatimiento! He de rogaros que no concedáis a mis palabras mayor alcance que el que en verdad tienen: una mera suposición, una sospecha.

OTHELLO

Así lo haré.

YAGO

Si no fuera así, noble señor, tendría yo que lamentar mis palabras y el efecto que produjeron y que no deseaba. Cassiones mi amigo. ¡Oh, ese abatimiento vuestro!

OTHELLO

¡No, no, no! ¡No! No dejo de creer en la honestidad de Desdémona.

YAGO

¡En ella viva, pues, y que vos podáis así creerlo!

OTHELLO

Y sin embargo, cuando Naturaleza pierde el rumbo…